La clave para conservar los huevos frescos es evitar los cambios bruscos de temperatura. Parece contradictorio que en la tienda o supermercado donde los compramos estén en el estante a temperatura ambiente y en casa tengamos que meterlos en la nevera. Esto se hace para que los huevos tengan la misma temperatura siempre y estén en un sitio fresco y seco. Todo esto solo se consigue gracias al frigorifico, donde encontramos un compartimento perfecto para aislar los huevos de otros alimentos. Si se produce un cambio brusco de temperatura se puede provocar la condensación de agua en la cáscara y así aumentar el riesgo de contaminación y gérmenes provocados por la humedad. Por eso también se recomienda no sacarlos del frigorífico hasta el momento de usarlos, sobre todo en verano. Los huevos se han de lavar justo antes de utilizarlos y no nada más comprarlos. Y es que, si se lavan mucho antes de su consumo se destruye la fina película protectora de la cáscara, facilitando así la entrada de microorganismos a través de su porosidad.